12 de febrero (EL PAIS).- El periodista australiano Antony Loewenstein (Melbourne, 1974) publicó en mayo en inglés un libro titulado El laboratorio palestino. Cómo Israel exporta al mundo la tecnología de la ocupación. Ahora llega la traducción española (Capitán Swing) con un prefacio nuevo centrado en el ataque de Hamás en octubre. Loewenstein no cree que los ataques del día 7 de octubre acaben siendo recordados como un fracaso de la industria de defensa israelí. Más bien al contrario.
En el libro, Loewenstein detalla algunas de las herramientas biométricas que Israel y sus soldados usan para construir una sólida base de datos de casi cada ciudadano palestino, así como cámaras policiales que intentan revelar la identidad de alguien que va cubierto con un pañuelo o apps que simplifican extremadamente el trabajo de matar.
Pregunta. La tesis del libro es que sin los territorios ocupados, Israel no sería líder global en ciberarmas.
Respuesta. Exacto. Es difícil de imaginar que Israel fuera un líder mundial sin la ocupación. Es como EE UU, que obtuvo un montón de experiencia en guerra en Irak y Afganistán, y ahora también en Ucrania aunque sus tropas no combatan, pero sí sus armas.
P. Una fuente en el libro dice que cada vez más países saben que Israel no controla a los palestinos tan bien como cree. ¿Es lo que se vio el 7 de octubre con el ataque de Hamás?
R. El libro salió en mayo. Incluí esa frase porque era casi una opinión contraria a mi tesis principal. Pero yo defiendo que el 7 de octubre no cambió eso. La bárbara masacre de Hamas fue una catástrofe militar, política y de la inteligencia israelí. Aunque en los últimos cuatro o cinco meses hemos visto dos cosas: una, en Israel apenas hay interés por reflexionar. Ahora hay una guerra en curso, pero no veo un interés real en hacer un examen serio sobre por qué falló la inteligencia. Se siguen probando y vendiendo nuevos productos en Gaza.
P. ¿No afectará a las ventas israelíes?
R. Hasta ahora no hay ninguna de que vaya a ocurrir. Antes del 7 de octubre, muchas naciones europeas estaban desesperadas por la tecnología de vigilancia israelí, que compraron después de la invasión de Rusia a Ucrania. La venta de armas más grande en la historia de Israel ocurrió en septiembre del año pasado con Alemania por 3.500 millones de dólares. Desde entonces muchas naciones miran con admiración lo que Israel hace en Gaza. Mi experiencia me dice que a la industria armamentística y de inteligencia israelíes les irá muy bien a pesar del 7 de octubre. Quizá sea contraintuitivo, ridículo, problemático, cortoplacista, pero nunca subestimes cuántos países quieren una de estas dos cosas: mostrar solidaridad con Israel por lo que pasó el 7 de octubre y alinearse con una mentalidad de guerra contra el terror. La analogía que haría es con el 11-S en Estados Unidos. Fue el mayor fracaso de inteligencia en la historia estadounidense y literalmente tuvo cero impacto en el sector de la defensa. De hecho, tuvo el efecto opuesto.
